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Imagina que tu hijo habla sin parar en casa, pero en la escuela, con sus compañeros o frente a un adulto desconocido, no puede decir ni una palabra. No es timidez común ni un acto de rebeldía: puede ser mutismo selectivo.

El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad infantil que se caracteriza por la incapacidad persistente de hablar en ciertas situaciones sociales, a pesar de que el niño puede hacerlo con normalidad en otros entornos. Generalmente, se hace más evidente cuando comienza la etapa escolar, ya que el niño se enfrenta a ambientes nuevos, más demandantes y con menos apoyo familiar presente.

¿Cómo se refuerza sin querer?

Muchos padres y maestros, con la mejor intención, terminan reforzando el mutismo selectivo sin darse cuenta. Esto sucede cuando:

  • Otros hablan por el niño para “evitarle la incomodidad” o agilizar la situación.

  • Se le da excesiva atención a su silencio, interpretándolo como algo tierno o peculiar.

  • Se le presiona demasiado para que hable, aumentando su ansiedad y resistencia.

En estos casos, el cerebro del niño aprende que no hablar es la forma más segura de evitar incomodidad o miedo, y este patrón se consolida con el tiempo.

Cómo podemos ayudar

El mutismo selectivo no es algo que “se quite solo”. Requiere un enfoque terapéutico y una estrategia clara, tanto en casa como en la escuela. Algunas recomendaciones incluyen:

  1. Validar sus emociones sin juzgar. Reconocer que lo que siente es real y que no está “siendo terco” ni “malcriado”.

  2. Reducir la presión. En vez de insistir en que hable, ofrecer oportunidades de comunicación de forma gradual y en entornos de confianza.

  3. Usar aproximaciones progresivas. Comenzar con respuestas no verbales (gestos, señas, escribir) e ir aumentando a palabras aisladas, frases cortas y conversaciones.

  4. Involucrar al colegio. Los maestros deben conocer la situación y contar con estrategias para apoyar al niño sin aislarlo ni etiquetarlo.

  5. Buscar apoyo profesional. Un terapeuta especializado puede enseñar técnicas basadas en Terapia Cognitivo-Conductual y diseñar un plan adaptado a la edad y necesidades del niño.

El papel de la familia

La paciencia es clave. Los progresos pueden ser lentos, pero cada pequeño avance cuenta. La familia debe ser un equipo que refuerce la confianza del niño y no su ansiedad. Esto significa celebrar los intentos de comunicación, crear espacios seguros para expresarse y evitar comparaciones con otros niños.

Llamado a la acción

Si sospechas que tu hijo podría tener mutismo selectivo, no esperes a que “se le pase solo”. La intervención temprana puede marcar una gran diferencia en su autoestima, rendimiento escolar y relaciones sociales.

Agenda hoy mismo tu consulta inicial y comencemos juntos a construir un camino para que tu hijo se sienta seguro, comprendido y libre de expresarse.

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